Alina Pash ganó el pasado sábado la final del Vidbir ucraniano y, por lo tanto, el derecho de viajar a Turín el próximo mes de mayo, pero finalmente se retira de la carrera eurovisiva por amenazas y presiones y de nuevo la política está detrás de todo esto.
Alina es acusada de haber entrado en un territorio llamado Crimea en 2015, territorio robado por los rusos a Ucrania o esos dicen ellos y no voy a entrar en política en este post. La cosa es que todo ciudadano que entre en este territorio ilegalmente es castigado por el gobierno ucraniano y la nueva representante de Ucrania, Alina, fue acusada de ello.
El gobierno ucraniano y la televisión pública del país se iban a reunir mañana para decidir el futuro de Alina y todo apuntaba a que sería descalificada tras esta reunión. Así que ella antes de que la echen se va, dice no poder con las críticas, amenazas, presión y dice sentirse perseguida y denuncia que sus cuentas de redes sociales han sido hackeadas.
No es la primera vez ni será la última que Ucrania ensucia un concurso musical como Eurovisión con disputas políticas y guerras absurdas, ni Alina es la primera que toma esta decisión, sin ir más lejos en 2019 la representante de ucrania Maruv renunciaba tras denunciar que la obligaban a firmar unos contratos abusivos y manchados de nuevo por la absurda política.
La UER debería tomar cartas en el asunto de una vez y cancelar de por vida la participación de Ucrania en el festival, al tratarse de un país que no respeta las libertades ni los derechos humanos.
Se prevé que los segundos clasificados en la final del pasado sábado Kalush Orchestra, que denunciaron falta de transparencia y manipulación en los resultados tras la gala, ocupen ahora el lugar de Alina y sean ellos los que viajen a Turín.